17 de Octubre, 2024 - ¡Agua viva!

¡Agua viva!

17 de Octubre, 2024

Juan 7:37-39 “En el último día, aquel gran día de la fiesta, Jesús, puesto en pie, clamó diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. (Pero esto hablaba del Espíritu, que habían de recibir los que creyesen en él; porque aún no se había dado el Espíritu Santo porque Jesús aún no había sido glorificado).”

Jesús asistía a la Fiesta de los Tabernáculos y en la fiesta se celebraba una ceremonia que recordaba el agua que salía de la roca en tiempos de Moisés. Los cánticos de la multitud son de Isaías 12:3: «Por tanto, con alegría sacaréis agua de los pozos de la salvación». Esta fue la señal de Jesús para levantarse y decir: «Yo soy el cumplimiento de eso».

¿Recuerdas lo que le dijo a la mujer en el pozo? Le dijo que si bebía del agua que Él le daría, nunca más volvería a tener sed. Jesús es el agua viva. Jesús es el agua que salió de la roca. Por eso les invita a ellos y a nosotros, si tenemos sed, a beber de Él. Él es el agua viva que nunca se seca. En Apocalipsis, lo vemos como la fuente del río de la vida (Apocalipsis 22:1). Jesús es el agua viva. Lo que debemos hacer es beber de esa agua viva. Esa agua está disponible para todos nosotros, pero no todos beben. Primero, debes nacer de nuevo. Ese es el pozo de salvación del que Isaías estaba hablando. La salvación es un pozo de agua del que podemos sacar y recibir todo lo que necesitamos. Luego, está el río del que Jesus estaba hablando. De nuestro vientre, o espíritu, fluye un río de agua viva. Tenemos una vívida descripción del río de Dios en la profecía de Ezequiel. Ezequiel 47:9 dice: «Y sucederá que todo lo que vive, lo que se mueve, dondequiera que vengan los ríos, vivirá.... y todo vivirá dondequiera que venga el río».

El río de Dios traerá vida a todo aquello con lo que se le permita entrar en contacto. También hay sanidad en las aguas de Dios. También traen alegría. El Salmo 46:4 dice: «Hay un río, cuyas corrientes alegrarán la ciudad de Dios...». Gracias a Dios por esta agua viva. Puede cambiar todo lo que toca. Decidamos venir a la fuente de Dios y beber libremente de este río. Dejemos que este río también fluya libremente de nosotros, que Dios pueda tocar a otros porque hemos estado en la fuente de Dios, y estamos viviendo de tal manera que el río de Dios pueda fluir de nosotros para traer sanidad, alegría, y la vida de Dios a todos con los que entramos en contacto.

Pr. Mark Garver

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